Mientras cuido de Carmela / www.puestaenescena.com.ar

Por Teresa Gatto
para http://www.puestaenescena.com.ar

Nuevamente El Bachín Teatro de la mano de Manuel Santos Iñurrieta, consigue que lo poético/teatral y obviamente político conforme un espectáculo sólido desde el principio al final.

"Mírala. Es tu espejo"
J.L.Borges


En el pasaje de lo discursivo a lo textual y en su puesta en acto se configura lo social en la ficción. Sencillamente porque tal vez, toda poética resida justamente en esa mediación que Claude Duchet denomina sociograma y que Bajtín denominó ideologema, resulta la conclusión anterior de la que se desprende que los textos proyectan ideología, mitologizaciones o ficciones que adquieren valor simbólico por su carácter socio-referencial y por extensión realizan proyecciones ideológicas sobre los receptores.

Y si de algo podemos estar seguros es de que la palabra en los artefactos artísticos de El Bachín Teatro no renuncia jamás a su carácter de ideologema. Me retiro aquí de cualquier afán academicista pero no a explicar qué quiero decir. No sería justo para con El Bachín Teatro ni para con esta receptora no decir que el trabajo hecho sobre la palabra no comienza ni termina en la sutileza de la puesta. No se agota en la idea de contar a través de un comediante una visión del mundo. Porque en Mientras cuido de Carmela hay mucho más.
Veamos. La puesta se abre con la proyección de tres textos contra el fondo del escenario: Borges, Storni y Guevara sobre la luna. Si uno afina el ojo, en estos tres hermosos fragmentos, no sólo hay un modo de hablarle a la luna, esa por la que Borges lloró el dia que Armstrong pisó su agujereado suelo, pues ya no habría secretos ni imaginaciones posibles sobre ella. No, no y no!. La cadena semántica "luna" vista desde la perfección poética borgeana, o desde el desengaño final de Alfonsina Storni o desde la utopía de Ernesto Che Guevara, suponen un poco más. 

No es necesario que el receptor perciba esto en el inicio. Pues justamente, un ideologema es aquel complejo conceptual, ese enunciado que en cada momento histórico se proyecta hacia el futuro y puede ser leído como forma ideológica. Es un proyecto del imaginario social que emite mensajes simbólicos y crea memoria o subjetividad.

El Bachín Teatro y Mientras cuido de Carmela es esa puesta en discurso, y es además la puesta en escena de un modo de ver y hacer teatro. La excusa es excelente. Un comediante intenta escribir una escena para su nueva obra teatral mientras se gana unos pesos cuidando a una pequeña niña.


Un banco, un carro de bebé y las palabras son todo con lo que cuenta. Pero como el discurso refracta y demanda un receptor, muchas de las conflictivas dudas existenciales del cómico, muchas de las catástrofes que hicieron del mundo un lugar miserable y sin embargo hermoso, aparecen como opción.


Al enorme trabajo actoral de Manuel Santos Iñurrieta que flexiona los tonos, el cuerpo y recorre casi toda la tradición payasesca, clownesca y circense, se acopla de modo milimétrico, la proyección de un video. Pero no es un video más. Porque las imágenes de la luna son de una belleza extrema, pero los axiomas en los que el comediante dirime parte de la historia de la humanidad, también se proyectan, afirman, tachan, borran y encuentran conclusiones en esa coordinación exacta entre la palabra dicha y la escrita en la pantalla. De modo que los enunciados son reforzados, visibilizados, retomados o descartados en un movimiento que hace justamente esto que un receptor necesita: el pasaje del discurso de las ideas o discurso de lo social a la ficción. Refractando así una idea del mundo que no refleja sino que refracta y demanda del espectador una concepción, para mí la luna es una estrella apagada, para vos lector, el regalo que le darías a tu amor.


Excelentes decisiones en torno al diseño musical de la mano de Julieta Grinspan, la realización plástica de la luna ideada por Ernesto Pereyra y la realización del video y animación de Jerónimo García, son el broche de una puesta brillante.


Así, la obra escrita y dirigida por Santos Iñurrieta es una de esas imprescindibles puestas con las que El Bachín Teatro nos vuelve a sorprender. Porque lo político, constitutivo de todo quehacer humano, lo ideológico que conlleva la sustancia misma del lenguaje y la performance actoral sin fisura, colman los sentidos de eso que un receptor agradece: lo nuevo, lo bello, lo poético, lo épico y por sobre todo lo dramático porque el payaso no nos priva ni de lágrima ni de pesar. Este es el mundo señores, la luna está arriba, la toca el poeta, el actor o el loco, ubíquese donde guste pero no se pierda ver qué ocurre mientras él cuida de Carmela.



Por Teresa Gatto
http://www.puestaenescena.com.ar/teatro/1756_mientras-cuido-de-carmela.-poetico-monologo-de-humor-politico.php



La luna, símbolo de una utopía / Página 12 Espectáculos / 10-06-13

Por Cecilia Hopkins
Lunes 10 de junio de 2013, Página 12 Espectáculos. 

A través del monólogo político y de ciertas referencias al cine y a la poesía, el actor y autor elabora su propia versión del teatro de corte brechtiano, con sus elementos de distanciamiento puestos al servicio de un posicionamiento ideológico.

Unipersonal escrito e interpretado por Manuel Santos Iñurrieta, Mientras cuido de Carmela propone un viaje hacia un espacio mítico –el de las utopías y los sueños– partiendo del monólogo político y de ciertas referencias al cine y a la poesía. Es por esto que funcionan a modo de prólogo algunas frases que de diverso modo hacen referencia a la luna. Así, proyectados sobre el fondo de la escena, aparecen versos de Borges y de Alfonsina Storni y un fragmento que firma el Che Guevara. Santos Iñurrieta vuelve a interpretar al mismo personaje de un espectáculo anterior –Crónicas de un comediante– un histrión que recuerda a los del cine mudo como Chaplin o Buster Keaton, pero también a los actores populares argentinos, como Sandrini y Olmedo. Preocupado por escribir una escena para un nuevo espectáculo, el personaje también debe estar atento a su otro trabajo, el de cuidar niños por hora. Es por esto que su atención salta de la máquina de escribir al cochecito donde yace Carmela, la beba que, finalmente, va a resultar su musa inspiradora. Con ella –y para ella, porque Carmela representa el futuro– el comediante acelera y ralenta los tramos de un viaje que termina en la luna, alternando este relato con monólogos referidos a temas de actualidad, como la violencia, la hipocresía y las desigualdades sociales.


Nacido en Mar del Plata, Santos Iñurrieta dirige desde el 2000 El Bachín Teatro, grupo que integran Carolina Guevara, Julieta Grispan y Marcos Peruyero, con quienes montó obras como Lucientes, Teruel y la continuidad del sueño y, más recientemente, Mariano Moreno y un teatro de operaciones. Al igual que en las experiencias anteriores, en este nuevo espectáculo el actor y autor elabora su propia versión del teatro de corte brechtiano, con sus elementos de distanciamiento (proyecciones, música, contacto con el espectador) puestos al servicio de un posicionamiento ideológico: “Esta elección teatral responde a la necesidad de rescatar nuestra épica –se lee en la página web del grupo– y escribir un nuevo relato que ponga de relieve la historia de los oprimidos y olvidados de nuestro país, de nuestro continente y por qué no, del mundo”. Santos Iñurrieta busca que la crítica y el análisis no dejen de lado la sensibilidad, según explica en la entrevista con Página/12.


–Al personaje se lo ve cambiado entre un montaje y otro. ¿A qué se debe?
–Con el tiempo se fue complejizando. Tal vez haya colaborado el hecho de que estoy buscando ablandar la dureza que puede tener un discurso político, yendo hacia lo afectivo. Brecht decía que la razón empuja a la emoción. Lo leímos, lo estudiamos mucho pero comprender esto lleva tiempo. 


–En efecto, en esta obra hay muchos recursos que apelan a la emotividad del espectador...
–Yo intento unir lo dramático, lo épico y lo lírico. Y buscando un contrapeso a lo político encontré la poesía.


–¿Ya tenía los monólogos de actualidad?
–Tenía muchos escritos, pero estaban sin un eje. Entonces apareció la luna como elemento inspirador: muchos poetas la nombran de diferente modo y resulta que en 1969 se clava una bandera de conquista. ¿Cómo alguien puede apropiarse de algo que es de todos?


–¿La luna es una excusa para hablar del imperialismo?
–Y también del misterio que despierta, ligado a la infancia, y del viaje hacia lo nuevo, hacia lo utópico y lo desconocido.


–No obstante, el personaje del comediante tiene algunas certezas...
–Está seguro, básicamente, de que nadie nace malo y de que la realidad puede ser transformada: hay que implementar cambios en las relaciones sociales y económicas en busca de la equidad, porque es un problema que un sector de gente siga privilegiando la suerte personal por sobre la de los demás. Lo otro, hay que discutirlo todo: los conflictos, tanto en el teatro como en la vida, son motivo de celebración.


–¿Cree que en la actualidad se dan las condiciones de esa discusión?
–Es cierto que hay muchas tensiones. Pero esa forma de violencia también está construída mediáticamente, porque se ve que en la gente hay voluntad de diálogo. Creo que es solamente a partir de los conflictos que se producen las transformaciones. Hace falta el contacto con el otro, si no, se corre el riesgo de vivir en una burbuja.



 Por Cecilia Hopkins

La dialéctica y la poesía, de la mano / La Nación Espectáculos / 05-06-13

Por Pablo Gorlero
Miércoles 5 de junio de 2013, La Nación Espectáculos.


Así como lo hizo en Crónicas de un comediante, Manuel Santos Iñurrieta vuelve a ser Bachín, una mezcla de payaso rioplatense y actor brechtiano, como tan bien lo describe el grupo que dirige. 

Aquí el personaje está en otra situación, precisamente cuidando a Carmela, la beba del título. Pero Bachín también es dramaturgo y mientras vela por la tranquilidad de la criatura, intenta escribir escenas de su próxima obra, en la que pretende cruzar la política con la poética. 

Cada año, el Bachín Teatro deja una muestra fiel de su trabajo de exploración en el terreno del teatro político. Su epicentro es el Centro Cultural de la Cooperación y su alma es la épica. 

En esta línea, Manuel Santos Iñurrieta estructuró su unipersonal, que a pesar del distanciamiento provocado no sobrevuela el humor político sino que se mete en la entraña de la política. 

Uno de los mayores atractivos es el modo con el que construyó su obra: el verso. En muchos instantes habla de ese modo y lleva a recordar a aquellos compéres de la vieja revista porteña y las varietés, que solían hacer comentarios de la actualidad, pero en verso. Por momentos deconstruirá su dramaturgia en conferencia ilustrada, con cuadros sinópticos proyectados y una dialéctica en la que no están ajenas ni la broma ni el humor, aunque en forma permanente se filtran palabras con poesía, realmente hermosas. Vuelven elucidario a ese discurso mediante la belleza de esos textos. 

Claro está, hay una ideología en el discurso con la que se podrá o no estar de acuerdo, pero la lógica siempre estará presente. Por su parte, Manuel Santos Iñurrieta tiene un exacto dominio del monólogo, del diálogo con el público y del obligado distanciamiento brechtiano. Y es efectivo, nadie se queda sin ese sabor ideológico en sus labios, aún sin ser palabras de denuncia, todo es pura didáctica, de esa que no se suele ver.


por Pablo Gorlero
http://www.lanacion.com.ar/1588612-la-dialectica-y-la-poesia-de-la-mano